12 de diciembre de 2010

Si los blogs fueran diarios de youtube.

Lo que se quiere a un hijo no se puede explicar con palabras. Entonces, ¿para qué he empezado a escribir? ¿Para sentirme un inútil, un incapaz, para justificarme, para sacar un tópico y compartirlo con los cuatro bobos que se dejan caer por el blog, que ahora son tres porque uno se ha picado por llamarle así? ¿Para qué entonces? ¿No sería mejor poner una foto mía mirando a mi hijo y que esa imagen valiera más que mil palabras? ¿Sería capaz de salir bien en la foto? ¿Quién me la haría? ¿Mi propio hijo? Pero si apenas tiene tres meses, ¡cómo va a hacerla tu propio hijo, pedazo de merluzo, que pareces más tonto que mandado hacer! Y así termina este artículo, en que queda sin demostrar que el amor a un hijo no se pueda explicar con palabras, pero en el que queda claro, que estoy espeso, muy espeso esta mañana. Espeso y vago.