21 de enero de 2023

Sueño

Sueño con un taxista argentino. Me cuenta lo mucho que le cuesta la nafta, que tiene tantos gastos que no saca beneficio, que “estos políticos han arruinado el país”. Y le pregunto si no sería mejor dejarlo, si tiene la edad para jubilarse. Se me pasa por la cabeza preguntarle si sigue trabajando como terapia. Pero no lo hago. Somos familiares por parte de Lucinda. Lejanos. Por eso voy en su taxi, para pasar a saludar a su casa. El coche es una tartana. Subimos por una carreteras sin asfaltar junto al mar. Hay desprendimientos, pero el taxista va a gran velocidad. Bueno, cuando ve que nos acercamos aminora. Para el coche en lo alto la colina por la que íbamos y baja por los tejados de dos casas para llegar a la suya. “Aquí. Ven. Ve por aquí”. Deja claro que hay tejados y pasos por los que es mejor no ir. Hay vecinos más suspicaces que otros. En la casa hay una señora de unos setenta años, que debe su mujer, y una mujer más joven, de mi edad. Me saludan con humor. Siguen haciendo sus cosas. Un beso para la joven, que amaga el segundo por conocer la cultura española. Me dice de broma que desconfíaban de la visita. Pensaban que había ido para pedirles algo. Esos familiares lejanos… ”Ni siquiera soy familiar de sangre, sino político”. Y digo que me suelo tomar las invitaciones literalmente. “Son cortesías, pero no te preocupes”, me dicen. “Eres bienvenido”. Les cuento la anécdota de mis suegros, que fueron a un pueblo de España para investigar sus ancestros, y la gente les trató con antipatía creyendo que iban en busca de alguna herencia. Mientras, observo el piso, y me fijo en la cocina, antigua. Me gusta. Pienso también que el taxista en el fondo trabaja para no parar tiempo en casa, aunque tenga que bancarse las críticas porque no trae más que pérdidas. Mejor pasar el día fuera. Despierto.