24 de marzo de 2016

Mochaladas 125


De las malas personas he aprendido muchas cosas, pero no les doy las gracias porque si no hubieran sido unas malas personas me hubieran enseñado cosas mejores.

20 de marzo de 2016

Route Irish - Ken Loach

Ken Loach es para mí antes de nada un director de cine excelente. Hay quien piensa que antes de nada es un director que reivindica, pero paren y pienses si antes de eso no es un director de cine excelente. No voy a dar nombres a modo de ejemplo. Servirían para crear una falsa polémica y dirigir el tema a Dios sabe qué derroteros. Ken Loach es repito sobre todo un excelente director de cine.
La temática social y de justicia es su favorita, como el suspense era el favorito de... ah, no, no, dije que no voy a dar ejemplos, y la comedia puede ser de otro director. Esto no cambia la cosa. Esto simplemente sería el árbol que no deja ver el bosque.
Asombra la edad de Ken Loach, 79 años, y la cantidad de películas excelentes que ha hecho en esa década en la que muchos ya están retirados, sin encontrar quién apoye su último proyecto. Ken obtiene el dinero y rueda.
Route Irish es un ejemplo excepcional de los males de la guerra. No es que tenga un afán reivindicativo con el que he conectado y que por ello, pienso que es una excelente película. Lo que pasa es que Route Irish es ficción, y a través de ella veo mucho mejor cosas que me cuentan los periódicos o cosas que simplemente imagino. Route Irish nos habla de la guerra de Irak, y menciona claro la de Afganistán. Dos guerras perdidas por Estados Unidos y Reino Unido, entre otros. Dos guerras ganadas por los talibanes, los terroristas y los más extremistas, dos guerras que han hecho que todo vaya a peor en estos años en esos países y en los que nos vemos afectados por ellos. Afganistán leí recientemente en un diario inglés es ahora más que nunca una excelente universidad de terroristas.
El acercamiento de Loach es claro, tiene una idea y la expresa. No cree que tenga que ser más ecuánime porque no se puede ser más ecuánime sencillamente. Hay veces que estando a un lado se es justo.
En Occidente cometimos dos errores, el primero empezar la guerra de Irak, el segundo no ganar la guerra de Afganistán. Ahora, esta película lo recuerda sin efectismos ni grandes imágenes. Esta película lo hace desde un caso sencillo de una familia iraquí y unos soldados ingleses.
Gracias a Loach tenemos un bonito ángulo de batalla. Pero sobre todo, y vuelvo al principio tenemos una buena película, entretenida, con sentimientos, con evolución en los personajes, que despierta interés, con momentos de humor, con calidad en cada escena. Es una película de un muy buen director. Que estés de acuerdo con lo reivindica y plantea es lo de menos.

17 de marzo de 2016

Cuento con pistola

Cuando el jefe empezó a decirnos cuándo cagar creímos que aquello había tocado fondo. Nunca le perdonaré que me obligara a casarme con Marita, la de las gafas de culo de botella, que era muy divertida, sí, pero más fea que un cardo borriquero y con la temperatura sexual de un donuts. A mí la que me gustaba era Flor, pero claro, se me veía mucho, lo que rompió toda posibilidad de que me ordenara casarme con ella. Ella tuvo que quedarse soltera y ser amante de Jesús, el supervisor de noche. 
Todo trancurría con normalidad. Cumplíamos el horario, seguíamos las instrucciones y obedecíamos cualquier orden que se nos diera por absurda u horrible que fuera. Un día tuve que matar a un perro. Se coló en el almacén y en vez de llamar a la perrera el jefe pensó que si yo lo mataba fortalecería mi carácter y así fue. 
Guardé la pistola en un sitio que nadie pudiera encontrarla después de matar al pobre animal y empecé poco a poco a poner resistencia a alguna de las órdenes que me daba. Lo hice por supuesto con buena educación, pero siempre mirando de un modo que dejaba claro que yo allí tenía parte del poder. El jefe sabía que la pistola había desaparecido. Y aunque al principio no le dio importancia, conforme vio que crecía mi indisciplina, empezó a poner a Marita, Flor e incluso a Jesús, el supervisor de noche, a buscar el arma. No aparecía, y poco a poco iba siendo yo el que daba las órdenes. Empezó como algo sutil. Si me decía que fuera a cagar le animaba a que fuera él. Incluso le convencí para que no pusiera pegas a mi divorcio de Marita. Pero aquello no me parecía suficiente. Le ordené que Flor dejara a Jesús y que fuera él, por contra, el que se acostara con el supervisor de noche. A partir de ahí la cosa fue sobre la seda. Todos hacían lo que yo quería y cuando yo quería. Los manejaba a mi antojo. Hasta que se coló un niño en el almacén.